Concentraciones moteras: velocidad, alcohol y amistad
Dicen que ser motero es disfrutar de la soledad de ir subido en tu motocicleta, sin más compañía que el propio viento golpeándote mientras aumentas la velocidad. Sin embargo, pese a que la imagen del motero solitario sigue bastante arraigada en nuestra cultura, la realidad suele ser muy diferente. Al punto que podemos comprobar, de hecho, que las reuniones de moteros son cada vez más habituales, y en ellas podemos disfrutar de un ambiente muy familiar y abierto. Prácticamente todos los fines de semana encontramos alguna concentración, más o menos grande, cerca de las ciudades más importantes. Hasta allí se desplazan cientos de moteros, solos, con pareja o en familia, para disfrutar de una jornada de hermanamiento en la que también suele haber conciertos, carreras, rutas y mucha gastronomía. El objetivo, de hecho, es compartir un gran día junto a gente que tiene nuestros mismos gustos en lo que al motor y la velocidad se refiere.
Este tipo de concentraciones se suelen celebrar en grandes recintos, como explanadas o incluso recintos feriales, destinados habitualmente a conciertos enormes o ferias. Dependiendo del tamaño de la concentración, la organización requerirá de más o menos tiempo y dinero, porque estas cosas tampoco salen gratis. Sin embargo, el hermanamiento que suele haber en estas concentraciones es espectacular, y sirven para unir mucho más a esos clubes de moteros que tal vez están lejos casi todo el año, pero que convergen en estas reuniones tan especiales. Aquí se pone de manifiesto el espíritu motero en todo su esplendor, si bien es cierto que tampoco podemos limitar a quien disfruta de las motos dentro de unos pocos clichés. Hay de todo en estas reuniones, desde familias con críos pequeños hasta hombres talluditos que siguen vistiendo al estilo clásico, con chupa y guantes de cuero, a lomos de una Harley. La comida, la música e incluso el sexo suelen ser componentes comunes dentro de estas concentraciones, especialmente en las más grandes, donde encontramos habitualmente espectáculos subidos de tono. ¿Sigue siendo así en pleno siglo XXI, donde la hegemonía de lo políticamente correcto siempre está al acecho? Vamos a comprobarlo en este artículo.
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